Cuando se es consciente de que la educación es el motor del cambio hacia una sociedad más justa e igualitaria, no se puede pasar por alto que la actual educación formal obligatoria no está preparando a niños, niñas y adolescentes ni para el presente ni para el futuro. Esta afirmación ya la han asegurado grandes pedagogos del siglo pasado y de éste, pero el sistema escolar se resiste al cambio.
Como profesional de la Educación Social veo en mi día a día desde hace décadas el fracaso del sistema educativo con un porcentaje alto de adolescentes que asisten hastiados y desmotivados a unas clases, por lo general, poco atractivas y nada interesantes y van pasando su vida escolar entre suspensos y partes de mala conducta. Acuden al instituto porque no les queda más remedio. Pero sabemos que solo la motivación es el motor del aprendizaje, solamente se aprende aquello que te interesa, que te hace sentir, que te hace vibrar.
Hace años tuve la suerte de conocer y participar en unas jornadas de formación en “Ojo de agua” y entendí que la utopía es posible. No solamente para los niños y niñas de educación primaria sino también para los adolescentes. Que el juego, el interés de la persona, la experimentación, el tiempo que cada uno necesita para el aprendizaje, el poder no hacer nada (como si eso fuese posible) era una realidad y permitía una evolución propia en el que cada individuo se hacía cargo de su propio aprendizaje. ¿Hay mayor responsabilidad que esa?
La escuela del siglo XIX ha de ser pasado, necesitamos colegios e institutos del SXXI para personas de este siglo, con metodologías y estructuras que permitan una revolución educativa. Y esto es Tiza para mí, el inicio o la continuación de una revolución educativa.
Porque otra educación pública es posible
Por y para mi hijo y los hijos e hijas de todas las demás.
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